Tras los pasos de Billy Doll

Antes de que el punk fuera punk, Nueva York era una ciudad en permanente ebullición. La Capital del Mundo atraía a migrantes de todas partes en una diáspora tan heterogénea como heterodoxa que en la retroalimentación de sonidos y tradiciones generó sonidos eclécticos que cambiaron la música para siempre. En el Cheetah se podía escuchar a Willie Colón, Eddie Palmieri, Larry Harlow u Orestes Vilató. En el Paradise Garage se veía a Divine, Grace Jones, Amanda Lear, o a las Pointer Sisters. Y en un conjunto de apartamentos en el Bronx, un tal Kool Herc hacía fiestas para sus amigos con pastas de James Brown en dos tornas y un pequeño sound system.

¿Y el punk? Había tenido su primer destello en su faceta más artsy en la Factory de Warhol con la Velvet Underground, que se consumió rápidamente sin que nadie aún pudiera darle una categoría a esa música ruidosa con letras decadentes. Antes de que llegara a manos de los Pistols y los Ramones; el testimonio, aún informe, lo tomarían Patti Smith, los Stooges, David Bowie, y un grupo seminal que, a pesar de aportar muchos de los elementos definitorios de la estética y la música del punk, —El animal print, la andorginia, los cabellos de colores, el DIY, el sonido y la actitud frenética, entre otros—, pasa desapercibido al lado de los otros gigantes: los New York Dolls.

Los Murcia van a Nueva York

Curiosamente, para hablar de los Dolls hay que remontarse a Bogotá en 1963. Alfonso Murcia, un prestigioso ingeniero que había sido el responsable del diseño del Hielorama de la 26 —la primera pista de hielo de Colombia que se ubicaba en un edificio al frente de la Universidad Nacional—, había decidido mudarse con su familia a Nueva York: su esposa Mercedes y sus hijos: Elizabeth, Alfonso, Heidi y Guillermo —Billy, para lo que queda de la nota—. Según el libro de Nina Antonia ‘Too much too soon’, la migración se debió precisamente a la construcción del Hielorama, en la que habrían estado implicados personajes peligrosos. Aunque me permito reservarme la veracidad de esta información, pues, Bogotá en los 60 no era precisamente el cliché de sociedad mafiosa con el que nos ven desde fuera a partir de las lindezas de Escobar y compañía.

Al llegar a Nueva York Billy debía ingresar a séptimo grado. sin embargo, tras intentar matricularse en un primer colegio, notó que le preguntaban por el curso en el que se inscribiría, y que a ese año le retrasaban un par de cursos para que se pusiera al día con el idioma. Luego, en el segundo colegio dijo que en Colombia estaba por entrar a noveno grado para quedar en séptimo, como correspondía. Como allí lo expulsaron al poco tiempo, repitió la treta en el Van Wyck Junior School, donde estudiaba su hermano, ahora diciendo que estaba en décimo grado, para ser incluido finalmente en octavo.

Su hermano Alfonso, consciente de que en un ambiente escolar el bullying funciona como una suerte de moneda de cambio, en el que te libras de él si lo ejerces en contra de alguno más débil, tomó ojeriza contra otro migrante, un menudo chico egipcio que se llamaba Sylvain Mizrahi, quien, igual que los Murcia, recién llegaba con su familia a Nueva York. Así que un día lo increpó, y como Sylvian era más pequeño que él, en vez de él mismo participar en la pela, le exigió que repartiera golpes con su hermano Billy. No sabía Alfonso que Sylvian y Billy eran compañeros en la clase de gimnasia, que se conocían de vista con la complicidad de dos chicos introvertidos que, sin hablar un inglés fluido, urdían estrategias paralelas que los sacaran de la atención del profesor o de sus compañeros, y que sentían gran empatía el uno por el otro.

Por supuesto, ninguno de los dos iba a eludir la pelea; siendo dos chicos nuevos y migrantes, más les valía verse como tipos rudos con los que la gente no quería meterse, así que dieron vueltas en círculos con golpes semicoreografiados que no buscaban hacerle ningún daño al otro, enganchándose de vez en cuando hasta que el círculo que pedía pelea empezó a disolverse. Así, Billy Murcia conoció a su mejor amigo, a quien la historia de la música recuerda como Sylvian Sylvian, cuyo nombre sería con los años tomado también por el vocalista de Japan —David Sylvian— en un homenaje a los Dolls.

Tras los pasos de Billy Doll

Del ático al Sótano

Como Sylvian tocaba la guitarra, Billy quiso hacer música con él y se compró el redoblante más barato que pudo en un segundazo, y Sylvian, quien tenía algo de idea, le enseñó lo que pudo. Tenían 13 años y su ensayadero era el ático de los Murcia, donde Mercedes los dejaba tocar su redoblante y su guitarra acústica, repitiendo en bucle ‘Whipeout’ de los Surfaris. Como Sylvian quería un amplificador, Alfonso padre lo llevó a una tienda de electrónica y allí compró las cosas para un protoampleto de 5 Watts DIY que, aunque le dio a la banda más agresividad, terminó por relegarlos al garaje del sótano del edificio de Sylvian.

Las cosas para los Murcia iban bien y entonces se mudaron a una enorme casa de estilo tudor en el sector acomodado de la judería de Queens, un barrio de casonas que se llama Jamaica Estates. Los Murcia no lo vieron como un gasto, pues, teniendo más habitaciones de las que necesitaban, podían permitirse arrendar las piezas a otros migrantes para equilibrar gastos y entre los cuartos extras hubo, naturalmente, un nuevo salón de ensayo para estos futuros Dolls en el sótano, donde pronto empezaron a grabarse demos caseros con una grabadora que consiguió Alfonso padre. Alfonso hijo se unió a la banda en cuestión de un par de años, lo mismo que Mike Turby, un judío que les enseñaría cuanto sabía de técnica musical, y cuando el proyecto iba tomando forma pasó a llamarse los Devils y luego The Pox.

Billy y Sylvian tenían unas curiosidades estéticas que no estaban cubiertas por la oferta de los 60, así que empezaron ellos a diseñar su propia ropa, y al principio era Heidy Murcia quien les ayudaba a confeccionarla; por lo que, desde un principio, el par de amigos ya desfilaban por las calles de Manhattan con atuendos que nadie más podía tener, a veces, atuendos gemelos. Ya estando en la secundaria, ambos se colaban a clases en Quintano, una high school especializada en arte, música y moda; aunque solo Billy logró matricularse y hacer algún semestre. En Quintano conocieron a un chico italoamericano de buen ver, en quien hallaron un buen elemento para la banda, un tal Jhon Genzale, a quien el mundo hoy recuerda como Jhonny Thunders, quien inicialmente iba a ser el bajista, creyendo que menos cuerdas era menos trabajo, pero que al final, aprendió de Sylvian a tocar la guitarra.

Habiendo acabado el colegio, Llegó la Guerra de Vietnam, y aunque ni Sylvian, ni Billy, ni Alfonso eran ciudadanos americanos, sí lo era Mike Turby, así que el servicio militar acabó con la primera formación de lo que sería en cuestión de años los NYD.

Entre hilos de Woodstock a Europa

Billy y Sylvian tuvieron que buscar empleos, y lo hicieron siguiendo su segunda gran pasión, la moda: Billy entró a trabajar en una peletería que se llamaba Grizzly Furs, y Sylvian en una boutique que se llamaba Different Drummer. Una tarde, ambos amigos notaron que frente a Different Drummer había un ‘Hospital de juguetes’, donde un veterano cosía y pegaba los juguetes rotos de los niños. Tenía por nombre The New York Dolls’ Hospital… y, entonces, Sylvian lo supo: su próximo proyecto musical debía llamarse los New York Dolls.

Ser dependientes de tiendas de ropa estaba bien, pero Billy y Sylvian eran diseñadores y no vendedores, así que, ya que frecuentaban el pueblito de Woodstock, donde crecía una comuna jipi desde que se había mudado allí Bob Dylan. Y fue en Woodstock donde decidieron montar su propio negocio. Construyeron una casa en un árbol con la caja de herramientas de Alfonso Murcia, compraron las máquinas que pudieron y establecieron su propia tienda, donde vendían suéteres para los jipis, aprovechando hilos coloridos que le sobraban a las grandes tiendas, e inspirándose en los diseños de sacos de lana que se podían conseguir en Bogotá, muchos, para entonces, vendidos por ecuatorianos venidos de Otavalo o artesanías boyacenses; así como reinvenciones de ropa que conseguían en segundazos; así nació Satcha Knits, que se convirtió después del festival de Woodstock en Truth and Soul, después de tener la buena fortuna de salir en el cubrimiento trendy que hizo la revista Women’s Wear Daily del festival.

Después de hacer un dinero considerablemente rápido con Truth and Soul, decidieron rematar el inventario y con el dinero se fueron a Europa, el primero fue Billy que se estableció en Amsterdam, hasta la llegada de Sylvian para hacer un eurotrip adolescente. Heidi Murcia también se mudó a Londres, y allí estableció su propia tienda de suéteres.

Arte pop y estafas en Nueva York

De vuelta en Nueva York, Billy y Sylvian participaron en una película artsy de John Lennon y Yoko Ono: ‘Up your legs forever’ que es un experimento al estilo de Yoko, un plano hace un barrido por las piernas desnudas de diferentes personas al llegar hasta la ingle, una y otra vez pasando por 367 participantes diferentes; algunos, como Billy Murcia, lo hicieron sin ninguna ropa interior. —Por el exceso de piel que tiene, no se puede ver en youtube, pero se encuentra en algunos sitios porno, aunque no es nada reseñable—.

La vida cotidiana había vuelto a su curso de Truth and Soul, con un taller instalado en la casa de los Murcia con las máquinas de confección.

La idea de tener de nuevo una banda estaba en el aire, pero no tenían una guitarra; así que Sylvian envió un día a Billy a un segundazo para que ojee una guitarra y anotara el serial, con el que hicieron el facsímil de un recibo de compra. Pasados unos días, Sylvian fue a la tienda disimulando que iba a comprar discos, para luego poner los ojos en la guitarra y alegar que el instrumento era originalmente suyo, pero que se lo habían robado. Ante la resistencia del vendedor, Sylvian dijo que tenía pruebas, así que tardó 30 minutos en volver airoso con el recibo prefabricado, y salió con su guitarra colgada; para volver un rato después a negociar a cambio de la guitarra y un excedente, una Les Paul roja que se hizo icónica en los primeros años de la banda. 

Por esos días conocieron el negocio neoyorquino de un londinense que estaba rematando el inventario para volver a Londres con el sueño de montar un negocio en King’s Road: un tal Malcolm McLaren, que, por entonces, proveyó de indumentaria barata a los Dolls, que ávidos por encontrar un look rompedor habían empezado ya por la moda femenina que encontraban en los segundazos y hasta habían encargado a Londres unas botas de plataforma con Heidi.

De Actresses a Dolls

Iban frecuentemente al bar Nobody’s, que era frecuentado por Rod Stweard y otros incipientes rockstars de la escena, y fue allí donde conocieron a otra pieza faltante para la banda: Arthur Kane, quien, por buena fortuna, tocaba el bajo. Bueno, esta es la versión que da Sylvian Sylvian de la historia. Arthur, por su parte, cuenta que él había iniciado un proyecto con Johnny Thunders y Rick Rivets, pero que, como no tenían baterista, Johnny recordó a Billy y lo integraron al proyecto que ellos habían ideado.

En cualquiera de las dos historias; Arthur, que no tenía donde vivir, resultó mudándose a una de las habitaciones de los Murcia, donde haría migas rápidamente con Billy.

Sylvian por esos días se fue a Londres junto con Mercedes Murcia a participar de la empresa de Heidi. Llevándose consigo la guitarra y el nombre de New York Dolls que alguna vez había compartido con Billy.

En ausencia de Sylvian, se integró un último miembro a la banda: David Johansen, el vocalista carismático que les presentó un exinquilino de la casa Murcia, Rodrigo Salomón. Johansen era un tipo distinto de los Dolls, no era propiamente un punki callejero, más bien era del mundillo del arte, frecuentaba a la Factory y los drag queens que retrata Lou Reed en el ‘Walk on the wild side’.

Ya teniendo un vocalista, el proyecto iba más en serio que nunca, y aunque inicialmente se llamaron Actress; al poco tiempo Billy acaparó el nombre de los Dolls (así, sin topónimo). Mientras tanto, Sylvian tenía menos suerte con armar su propia banda en Londres, para la cual había preservado su nombre ‘New York Dolls’, inocente de los planes paralelos de sus amigos en América, adonde regresó pronto tras el fracaso en conseguir protopunkis británicos con los que tocar. 

Con todo, Sylvian solo se perdió el concierto formal inaugural de la banda, pagado por la alcaldía de Nueva York, como un show de navidad para los vagabundos neoyorquinos.

Al regreso de Syl, notó con decepción que la banda iba avanzando con buena velocidad, que habían tomado su nombre, y que el lugar de la guitarra rítmica lo llevaba Rick Rivets. No obstante, poco después hubo un altercado al interior de la banda, y Jhonny Thunders lo invitó a tocar de vuelta con ellos y a usar el nombre entero de New York Dolls; entonces la banda estaba entera y los chicos adoptaron nombres artísticos: Billy Doll, Sylvian Sylvian, y Arthur Killer Kane. Johnny conservó el Thunders que había venido usando, y Johansen siguió con su nombre de pila.

El Loft de Billy Murcia, la guarida punk preCBGB

Cuando Billy se emancipó en el 72, alquiló un loft en el Lower East Side, que debería tener espacio suficiente para vivir, hacer ropa y ensayar música, y allí empezaron a darse las fiestas punkis neoyorquinas que aún no tenían un CBGB en el que desarrollarse —y que se abriría precisamente a unas cuadras del loft de Billy Murcia—; por allí eran habituales entre el público Debbie Harry, Richard Hell y toda suerte de futuras leyendas punks. De este modo, Billy se hizo un nombre dentro de la escena de Nueva York, atrayendo las miradas del medio sobre su proyecto musical.

Pronto firmaron un contrato de producción con Marty Thau; emparentándose con el nacimiento de Suicide, también producidos por Thau, y con quienes empezaban a compartir escenario en venues artsy como el Mercer Arts Centre en el Grand Central Hotel. Los shows se sucedían con algunos altercados entre miembros de la banda y dueños de los bares; baneos ocasionales a la banda entera o a alguno de los miembros por usar drogas en los baños, el toqueteo a la chica equivocada u otra conducta inapropiada; y también algunos conflictos internos menores. En las expectativas del público los New York Dolls iban a ser el próximo Velvet Underground. Este concepto se disparó dentro de la vanguardia musical neoyorquina cuando Lou Reed habló bien de la banda. Los Dolls eran vistos como un espectáculo vanguardista y rompedor al punto de que cuando Bowie visitó por primera vez a Nueva York, el extraterrestre de Brixton decidió ir a verlos junto con su esposa Angie.

Los Dolls llevaron a la pareja por diferentes bares y pubs de Nueva York e hicieron buenas migas; aunque se dice que Bowie no estaba acostumbrado a un ritmo tan acelerado como el de los punkis callejeros. Sin embargo, quien mejor se la llevó con el Duque fue Billy, quien, junto con su entonces novia Cyrindia Fox —futura esposa de David Johansen y Steve Tyler— resultaron en la habitación de hotel de los Bowie durante las siguientes noches.

UK, el paraíso prometido

Siguió un viaje a Londres que había conseguido Thau en busca de un sello discográfico, y allí estuvieron los Dolls recluidos en Escape Estudios, en los extramuros de la ciudad, ensayando una y otra vez en un tortuoso proceso de grabación del que salieron las primeras versiones de estudio de ‘Personality crisis’, ‘Looking for a kiss’, ‘Bad girl’ y ‘Subway train’. Arthur Kane recuerda esta experiencia como una suerte de reclusión semimilitar, pues no tenían permitido salir, y su única evasión de los instrumentos eran cantidades industriales de alcohol.

Billy y David dijeron que se había roto algo de algún instrumento y no se volvió a saber de ellos durante dos días, al punto de que el productor había puesto sobre aviso a las autoridades inglesas; sin embargo, solo estaban dándose un poco de fiesta.

No hubiera sido necesario el escape; pues, al poco tiempo, toda la banda estaría afuera. Empezaron una pequeña gira de conciertos, la cual incluiría un show que iban a dar con Lou Reed en Liverpool, pero que se canceló a causa del conocido ego de diva de Lou, que habrá pensado que dos shows queer neoyorquinos eran demasiado para el público, negándose a tocar con los Dolls. En cambio, sí le abrieron a Faces, el proyecto de Rod Steward.

El siguiente fue un show en Newcastle, donde Billy tuvo complicaciones gástricas y resultó vomitando en la batería mientras tocaba, salpicando a los demás miembros de la banda y al mismo público ante la ovación desenfrenada de los asistentes. —Hubieran amado a G. G. Allin—.

Hubo luego una fiesta en Londres con los Rolling Stones, y otras superestrellas del mundo de la música. Thau, que ya había dividido a la banda, haciendo pagos discriminatorios a los dos miembros con mejor presencia: David Johansen y Johnny Thunders, pidió una limusina exclusivamente para Johansen; lo que hirió el sentido de grupo de Billy que decidió distraer a Johansen dándole una instrucción falsa, y tomando el transporte VIP con el resto de la banda. Naturalmente, esto acabó con una fuerte discusión entre Johansen y Billy Doll al cabo de la fiesta. La estrellita de la voz le afeaba a Billy, frente a un par de groupies, que él era la voz y la imagen de la banda, y que aquel debía hacerse a un lado antes de interferir con su camino al éxito.

Al otro día tocaron para los Stones, que estaban audicionando grupos en busca de a quién producirle; pero nada había salido bien hasta entonces: la salud afectada de Billy, el encierro en ‘The Escape’, y la reciente pelea entre dos de los miembros confluyeron en que el show fuera un desastre. Los Stones, previsiblemente, no los tuvieron en cuenta.

Cerrarían la gira con un concierto en Manchester con la Roxy Music, donde habrían compartido tarima los dos grandes rockstars colombianos del alternativo: Billy Doll y Phil Manzanera, sin embargo, como el de Liverpool, este show no se daría. Morrissey lo recuerda con pesadumbre en el documental de la banda de 2005.

La última fiesta de Billy Doll

Al otro día del desastre con los Stones, Billy tuvo una muy mala noche, y pasó a la habitación de hotel de Arthur Kane, pidiéndole que lo acompañe a una fiesta de la que se había enterado por una línea telefónica pública. Arthur, que ya tenía compañía en su habitación, se negó a acompañarlo. Luego, pasó por la habitación de Sylvian. Sylvian no tenía ánimos de salir. Billy le contó que había recibido metacualona de los asistentes a la fiesta de los Stones, pero que no se había tomado ninguna pastilla completa, mostrándole una bolsa de pastillas partidas a la mitad. Syl le advirtió que se cuidara, y Billy siguió de largo. Fue a la habitación de un hotel donde se hospedaba una prepago, Marylin Woolhead, con quien había frecuentado durante la gira, y allí, junto con sus acompañantes, estuvo bebiendo, mezclando la metacualona que tenía en el estómago con alcohol. No tardó en perder el sentido. Lo desnudaron y lo metieron en una bañera. Intentaron reanimarlo echándole café caliente por la garganta y esto resultó por asfixiarlo y causarle la muerte, desnudo en un hotel de Londres.

Se cree que la muerte de Billy Doll fue por sobredosis, cuando en realidad fuer por ahogamiento, con un cuidado prudente se habría repuesto sin mayores inconvenientes. Aunque Billy estuviera acostumbrado desde los 13 a fumar marihuana con alguna frecuencia y a emborracharse, no era un yonqui propiamente. La idea del adicto ha sido propaganda negra que se ha utilizado con tintes tránsfobos alrededor de una banda de travestis, como por décadas se vendió a los Dolls, en tiempos en que nadie tenía muy clara la diferencia entre el transexualismo, el transgenerismo y el travestismo. Billy sencillamente no supo manejar la fiesta del star system del rock and roll, y la fiesta londinense trajo consigo cosas que no conocía, con la paupérrima información sobre las drogas que había en los setenta más tempranos.

Sylvian, el amigo de toda la vida de Billy, tuvo que dar la noticia de la muerte a los Murcia. Se tardaron un mes en repatriar su cuerpo a Nueva York, por cosas de papeles, y allí lo enterraron con una lápida que tenía su nombre artístico y sus baquetas.

Epílogo.

Billy no estuvo presente en las grabaciones de los Dolls de sus dos grandes discos: New York Dolls y Too much too soon; lo relevó un amigo suyo: Jerry Nolan a quien había conocido en los shows de la comunidad judía del barrio de Jamaica Estate cuando la banda era The Pox.

Pronto se convirtió en una anécdota más de los excesos de los rockstars, un elemento mítico que decoraba la historia de una banda en la que despuntaron el carisma de Johansen y de Thunders —quien luego pasaría a formar los Heartbreakers con Richard Hell de Television—.

Con todo, en realidad, Billy Doll fue el corazón de los New York Dolls. Él y Sylvian Sylvian desde que tenían 12 años empezaron con su sueño de rockstars, ensayando en un sótano con las precariedades de dos niños que no tenían idea de la vida. Construyeron el personaje del punki que hace su propia ropa y que desafía los estereotipos del buen gusto, coqueteando con la androginia.

Fue la familia de Billy Doll la que acogió a Arthur Kane, y a Rodrigo Salomón —quien, a la postre, introduciría en la banda a David Johansen—. Fue Billy Doll quien continuó el proyecto musical de manera incansable con Johnny Thunders, incluso cuando Sylvian dejó momentáneamente Nueva York.

El nombre de los New York Dolls es genial para la banda, pues, igual que los muñecos que se reparaban en la clínica de juguetes al frente del Different Drummer, la banda, su origen y su identidad, estuvo siempre cosida con hilos de colores: los que tejían Billy y Syl en sus improvisados talleres desde los sesenta.

Billy apenas había cumplido 21 años cuando murió; y a pesar de ello, hizo todo cuanto quiso en una vida frenética en la que presenció toda la evolución del rock: desde el primer concierto de los Beatles en América, al que fue con sus hermanas; la comuna jipi de Woodstock —arruinada después del mítico festival—, la aparición de la protoescena punk de Nueva York en su loft, la figura de Malcolm McLaren como referente estético —quién luego sería manager de los Dolls, antes que de los Pistols—, la experimentación vanguardista de los Suicide, la revolución queer del glam de Bowie, y el star system ingrato que conocieron en UK. El siguiente paso que daría la música, sería la concreción del punk, que se pararía, entre otros, en los hombros de sus New York Dolls.

La banda, tal y como dice Figueroa en su canción homenaje, nunca volvió a ser la misma. Es cierto que luego vino el éxito; pero mientras el proyecto de Billy y Syl había persistido por una década, sin tener siempre una forma ni un norte, ahora que encaraban el éxito, apenas duraron tres años más. Se diluyó la camaradería entre la sed de fama de David Johansen que dinamitó pronto todo el grupo.

En el 73 David Bowie, sin mucha poesía, todo hay que decirlo, inmortalizó la muerte de Billy Doll en su canción Time:

Time, in quaaludes and red wine
Demanding Billy Dolls
And other friends of mine
Take your time…

Antes de que el punk fuera punk, un par de niños migrantes supieron condensar el sentimiento de ser un desadaptado dentro de los ritmos frenéticos del rock, enfundándose en ropa de colores DIY y botas de plataforma, tomar sus instrumentos y ser punkis por las calles de Nueva York.

Toda la crónica está construida a través de los relatos de Sylvian Sylvian: There’s no Bones in Ice Cream: Sylvian Sylvian’s story of the New York Dolls (2018); Arthur ‘Killer’ Kane: I, Doll: Life and death with New York Dolls (2006); y Nina Antonia: Too Much Too Soon: The New York Dolls (1998).

Compartir:
Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on linkedin
LinkedIn